Artículos

Volver atrás

ATRAPADOS EN NUESTRAS CREENCIAS LIMITANTES

Consol Iranzo CEO de Karisma

Existen diversas explicaciones sobre qué se entiende por creencias limitantes. La más elemental sería la que las define como aquellas creencias que nos limitan para realizar acciones. Es decir, las que, de un modo u otro, nos impiden alcanzar aquello que deseamos, o disfrutar de ciertas experiencias o logros personales.

Las creencias limitantes son una percepción de la realidad que nos impide desarrollarnos como personas y alcanzar nuestra plenitud. Aunque habitualmente esta realidad no es tal, sí lo es para nuestra mente, por lo que la damos por cierta sin tan siquiera cuestionárnosla.

El origen de las creencias limitantes muchas veces se remonta a nuestra más tierna infancia, etapa en la que nuestra capacidad de aprender es más alta y en la que no disponemos de otras experiencias o informaciones que nos permitan calibrar nuestros aprendizajes. Por tanto, quedan instaurados e incorporados en nuestras vidas. En algunos casos tienen su origen en aquellas cosas que nos han dicho personas que, en ese momento, eran nuestra referencia y nuestros modelos, probablemente creyendo que era por nuestro bien. De ahí que, las personas que educan a un niño durante los primeros años de su vida tengan una gran influencia en la forma de pensar y actuar de ese niño, lo que indudablemente también condicionará la forma de pensar y actuar en su época adulta.

Hay un cuento muy bonito de Jorge Bucay, “El elefante encadenado”, en el que un elefante adulto no se deshace de una débil cadena simplemente porque de pequeño aprendió que no era capaz de ello. ¿Cuántas veces nos han dicho “no hagas eso porque es muy difícil y no vale la pena que lo intentes porque no serás capaz de lograrlo”? Está claro que este mensaje va influir en nuestro futuro.

Propongo que nos contestemos a una pregunta: ¿Cuántas cosas he dejado de hacer en la vida porque creía que no era capaz? Si lo miramos con cierta perspectiva, veremos que probablemente las podríamos haber hecho. No obstante, con la creencia limitante profundamente incorporada en nosotros, ni tan siquiera hemos pensado en intentarlo. Y ello nos conduce a la siguiente pregunta: ¿Cuántas experiencias y, por tanto, aprendizajes me he perdido?

Para liberarnos de las creencias que nos limitan es necesario que realicemos un cambio en nuestra mente. Cambiar el “No soy capaz” por el “Es difícil, pero es un reto que voy a lograr” y no quedarnos con “Lo voy a intentar”, ya que en ese caso no vamos a poner ni la misma energía ni la convicción que nos va a dar fuerza para transformar este pensamiento en una creencia positiva.

¿Y, si a pesar de todo, no lo logro?, pensarán algunos. En ese caso recomiendo reflexionar sobre cuáles han podido ser los motivos que nos han impedido conseguirlo y, desde un análisis objetivo, tener la certeza de que realmente hemos puesto todo de nuestra parte. Si aun así no ha sido posible, lo que seguro habremos logrado es adquirir un aprendizaje que nos ha de servir para futuras ocasiones.

Dicho esto, no hay que olvidar que realmente hay cosas que, por mucho esfuerzo y actitud positiva que pongamos, no dependen exclusivamente de nosotros. Es decir que, aunque yo me empeñe en querer medir 1,80 cm y tener los ojos verdes, sé que esto no depende de mí (¡al menos, de momento!).

También debemos tener presente que no todas las creencias limitantes provienen de nuestra infancia. Puede que, en algunos casos, se hayan incorporado a nuestra vida a través de alguna experiencia o procedan de opiniones de otras personas.

Pienso que es recomendable revisar cuáles son las creencias que nos están limitando para, de esta forma, poder transformar nuestras vidas. Por ejemplo, si la opinión o algo que dijo una persona nos ha influido hasta el punto de darle credibilidad y esto está afectando negativamente a nuestra vida, podemos preguntarnos: ¿qué autoridad le di para que diera esa opinión sobre mí?

En muchos casos las creencias limitantes dañan nuestra autoestima y ello conduce a que tengamos miedo a realizar otras cosas porque pensamos que no las vamos a hacer en el nivel que se espera. Por ello preferimos no asumir riesgos y seguir en nuestra “zona de confort”, lo que imposibilita que sigamos aprendiendo y desarrollando nuestras capacidades.

Otra creencia que puede parecer positiva, pero que, en función de cómo la vivamos, se puede convertir en lo contrario, es el nivel de autoexigencia que nos ponemos. Frases del tipo: “En este mundo tan competitivo tienes que ser el mejor” o “Sin un gran esfuerzo, no se consigue nada”, pueden llegar a convertirse en creencias limitantes. Si bien es cierto que el poner esfuerzo y una actitud positiva es preciso para lograr lo que nos propongamos, puede llegar a ocurrir que nunca consigamos estar contentos con los logros alcanzados. Si siempre tenemos la percepción de que lo podríamos haber hecho mejor o que lo conseguido no ha supuesto un gran esfuerzo, puede que nuestro grado de satisfacción no sea el que debería ser y ello nos impida disfrutar y celebrar los éxitos, tanto personales como profesionales. La autovaloración y la autoestima aquí juegan un papel importante.

Otra creencia que, en principio, sería positiva es “Pensar siempre en los demás es de buena persona”. Siguiendo esta creencia, tratamos de ayudar a todo el mundo pero, en ese acto loable, si nos olvidamos de nuestras necesidades y de nosotros mismos, nuestra propia vida deja de tener importancia y en consecuencia dejamos de liderarla. En estos casos, considero que es preciso encontrar el punto de equilibrio que, en mi opinión, nos ofrecerá satisfacción y no frustración y nos permitirá seguir creciendo y desarrollándonos como personas.

Animo, por tanto, a todos, a que revisemos qué creencias nos están impidiendo disfrutar enteramente de todas las oportunidades que se nos brindan a lo largo de nuestra vida y que, no debemos olvidar, son regalos que ésta no está ofreciendo.



Volver atrás