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LA INFLUENCIA DE LOS MODELOS EN EL APRENDIZAJE

Por Consol Iranzo CEO de Karisma

Mi objetivo al escribir en esta sección no es explicar los modelos de aprendizaje, puesto que ya existe una extensa bibliografía de científicos, psicólogos, filósofos, pedagogos... (la mayoría de ellos, autores muy conocidos) que han realizado numerosos estudios e investigaciones para defender sus propias ideas sobre esta materia. Gracias a personas como Jean Piaget, Jerome Bruner, Lev Vygotsky, Burrhus Frederic Skinner, Albert Bandura y otros muchos, hemos podido conocer las diferentes teorías que han promulgado y defendido sobre las distintas formas de aprendizaje.

Esta tribuna se fundamenta en la teoría defendida por Bandura: el aprendizaje social (también denominado observacional, de imitación, o modelado). Este modelo de aprendizaje se basa en una situación social en la que al menos participan dos personas: el modelo que realiza una conducta determinada y la persona que realiza la observación de dicha conducta, siendo esta observación la que determina el aprendizaje.

Entre los más famosos estudios realizados por Bandura resalta el del “muñeco bobo” que, para quien no lo conozca, consistió en realizar una película en la que se pegaba al muñeco al tiempo que se gritaba “estúpido”. Esta película se enseñó a un grupo de niños de guardería y, cuando posteriormente se les dejó jugando y se les proporcionó un muñeco, imitaron los comportamientos que habían visto en la película.

Y aquí me surge la siguiente pregunta, ¿qué sucede cuando un niño recibe unas instrucciones, por parte de su modelo, que parecen muy claras sobre el comportamiento que se espera que tenga y, al tiempo, observa e interpreta conductas de ese mismo modelo que son totalmente contrarias a lo que, a través del lenguaje, se le está diciendo?

Tengo que confesar que todavía no he tenido la ocasión de realizar ningún estudio al respecto, pero algunas de las personas con las que he tenido la oportunidad de comentar este tema se sorprenden de que en numerosas ocasiones no consigan “educar” de la forma que desean a sus hijos.

Sabemos, siguiendo el modelo de Bandura, que el prestigio y la competencia del modelo es uno de los factores más influyentes en el aprendizaje observacional. Por tanto, es evidente que, para los niños, especialmente los más pequeños, los modelos de referencia son sus propios padres.

Si, por ejemplo, un padre le dice a su hijo, manteniendo un diálogo fluido, que espera que cuando esté enfadado o algo no le vaya bien lo comparta y empiece, de esta forma, a saber gestionar sus emociones y, sin embargo, cuando el padre regresa del trabajo después de haber tenido quizás una jornada complicada, su rostro muestra enfado y, cuando se le pregunta, dice que no quiere hablar del asunto porque ha tenido un día horrible, llegando su comportamiento incluso a ser furibundo, ¿cuál es el mensaje que realmente está recibiendo su hijo? ¿Cuál puede ser su reacción ante la incoherencia que observa entre lo que se le está diciendo y lo que está observando?

Entiendo que todos tenemos días malos y que no se trata de disimular delante de las personas con las que, se supone, existe un mayor grado de confianza. A ello, hay que añadir el hecho de que habitualmente no somos conscientes de cómo influye nuestro comportamiento ante otros que nos toman como modelo. Pero, sí pienso que sería importante tratar de identificar nuestras emociones, aprender a gestionarlas y ser conscientes de la necesidad de estar y mostrar coherencia entre nuestro lenguaje verbal, corporal y nuestras emociones.

Bajo mi punto de vista, creo que muchos de nosotros no hemos sido educados emocionalmente y, por este motivo, puede ser complicado que aprendamos a identificar cuáles son las emociones que tenemos y cuáles son las que más predominan en nosotros. Por ello, poner interés y esfuerzo en aprender de esta materia, sin duda nos ayudaría a estar y sentirnos mejor con nosotros mismos, al tiempo que ello puede ayudar a que las personas de nuestro entorno puedan también aprender algo tan importante y necesario para nuestras vidas.

Siguiendo con la teoría de Bandura, debemos tener consciencia de qué tipo de modelo queremos ser para los demás y cómo, en función de éste y también de la coherencia que demostremos, podemos influir en sus aprendizajes. Y no sólo nos estamos refiriendo a los niños, sino que esta reflexión es totalmente válida y, por ello, la deberíamos tener siempre presente, en todas nuestras interrelaciones personales, especialmente si tenemos la responsabilidad de gestionar un equipo de personas.



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